miércoles, 12 de diciembre de 2007


" ...

- Mais dans ta si petite planète, il te suffirait que tirer ta chaise de quelques pas,

et tu regardais le crepuscule chaque fois que tu le désirais.

- Un jour, j'ai vu le soleil se coucher quarante-trois fois!

Dit le petit prince, et un peu après, il ajouta:

- Tu sais... quand on est tellement triste, on aime les couchers de soleil.

- Le jour des quarante-trois fois, tu étais donc tellement triste?

Mais le petit Prince ne répondit pas.

..."



Esa es la parte que más me gusta del libro de El Principito, sé que tal vez a ti no te gusta, pero esta parte tiene mucho significado para mí. Es cierto que si este mundo fuera tan pequeño como para sólo mover unos pasos la silla y volver a ver la puesta de sol, entonces cuarenta y tres veces se harían pocas. De cualquier modo, si así fuera, no habría más que hacer si no mover la silla, tal vez no sería tan bueno, tal vez ni siquiera disfrutaría una puesta de sol por estar esperando la otra. Quizás sea por eso que sólo ocurra una vez al día. Así cuando llega, sé que es mi parte favorita del día, y todo parece como aletargarse. Los rojos inundan todo el cielo, y quizás sea entonces cuando realmente disfruto de estar aquí, ocupando el lugar en el que estoy y respirar ese aire y ver esos colores y escuchar todo al rededor... nada está de más, todo viene hacia uno como una ola que se rompe cuando toca la arena y luego se va. Todo es así. Tan efímero, que ni siquiera nos damos cuenta de que ahí estamos, de que tenemos lo que tenemos y de que somos lo que somos y nada más.


Sólo tenía ganas de decirte algo... cuídate.

miércoles, 20 de junio de 2007

lluviecita ligera...

con cariño, para Lucy


Lluviecita ligera que acompasa mis pasos en comparsa con húmedas coronitas que surgen del suelo y que suelo pisar...


Lluviecita ligera que cae incesante y rimbombante sobre los árboles y el viento, que los besa, los sacude y los hace bailar...


Lluviecita ligera, chubasco sigiloso, tempestad jaranera... ¡llueve, moja, salpica! No me dejes de abrazar...


Lluviecita ligera que resbala por mi rostro, chipi-chipi ostentoso, el aire y los pájaros te escuchan, no dejes de cantar...


Lluviecita ligera adentro en mis despojos, que juega, que ríe, que empapa y que sale de mis ojos sin cesar...


Lluviecita ligera, ¡que me quite esta tristeza y me empape en su felicidad!

domingo, 17 de junio de 2007

de la mugre

... al estilo Henri Cartier-Bresson


- Escúcheme bien, no estoy loca, lo que le digo es cierto. No va a haber mañana. Lo vi en las noticias con Lopesdóriga y hasta Gualter lo insinuó, me lo dijo la vecina del cuatrocientos diez, la del vocho que nunca lava, la misma que deja su ropa en la azotea como una semana, sí esa. Además, toda la gente anda prendiendo inciensos. La del doscientos tres anda vendiendo virgencitas, y la del ciento cinco, rosarios. Le digo que es verdad, no haga esa cara. Yo que "usté" también me ponía a rezar. O a ver, ¿porqué no fueron los niños a la escuela hoy?... no, qué contingencia ni qué ocho cuartos, ¡hasta los maestros saben!, esa cosa gris no es contaminación, es una nube de energía negativa que se vino a poner encima de nosotros. Mírela usted mismo, no tiene comienzo ni fin. Sin bien lo decía doña Porfiría del cuatro veintidós, ¿se acuerda?, "este año viene cargado de mala vibra", ¿o no, gordo? -una figura burda de un hombre desparramado en un sillón al fondo de la habitación frente al televisor asintió-. Desde ayer en la tarde que se supo esta noticia hay un "titipuchal" de gente en las iglesias queriendo confesarse, al ratito vamos a ir nosotros, ¿no, gordo?. Si gusta venir con nosotros, pa' que lo escuche de voz del padre Arnulfo, un santo, el señor. Además el papa... ¿cómo se llama? el que parece vampiro, va a dar un mensaje por la tele desde el Vaticano, segurito va a hablar de esto. Chelita la del quince dijo que si queríamos ir a verlo a su casa, es que compró una tele nueva, "quesque" pantalla plana y no se qué cosas más. Pero bueno, es como guste. De todas maneras, aquí voy a estar atendiendo el puesto por si quiere venir con nosotros... Ándele pues vecino, que Dios lo bendiga, gracias.


Me retiré del puesto de doña Sofía luego de comprar los dos litros de leche que me había encargado mi mujer y haber soportado todo esa perorata. Es sorprendente cómo un día de contingencia ambiental puede convertirse para algunos en el más claro indicio de acontecimientos apocalípticos, y para otros en un excelente momento para comercializar aquello que el primer grupo de personas (mayoritarias) piensa que es necesario para sobrevivir.


Cierto es que nunca habíamos presenciado tal cantidad de contaminación sobre la ciudad, lo que me hace dudar un poco acerca de la sucia naturaleza de aquellas nubes. Los periódicos menos amarillistas (uno o dos a lo más) dan cifras de cientos de aves muertas a causa de esto. Los demás han anunciado además, la muerte de animales más grandes en los zoológicos, y alguno por ahí, hasta de dos niños.


Hablando de niños, es verdad que a causa de la espesa polución, las escuelas han cerrado y que el transito ha aminorado notablemente a causa de las miles de medidas que se han tomado, lo que hace disfrutar de una silenciosa ciudad. Ninguna fábrica trabaja, todo es calma.


De los dos grupos de personas mencionados antes, mis tres hermanas y mi madre pertenecen al primero, mis amigos y mi padre al segundo, y mis hijas, mi mujer y yo simplemente no tenemos plato en esa mesa. Les he enseñado a ser precavidas sin llegar al extremo, a no creerse lo que la gente dice por ahí, y creo que bien lo han aprendido.


"¿Y si tuvieran razón?... ¿Y si mañana simplemente ya no despertamos?" Pienso al caminar sobre la última calle que conecta mi casa con la tienda. Sería una pena para todos morir en nuestra propia suciedad, atascarnos de nuestra propia cochambre, tragarnos toda nuestra mugre. "No, ni pensarlo... ¡Es una suerte que haya comprado también una veladora!".

domingo, 18 de marzo de 2007

De mis sueños VII.


VII.

Y tú simplemente vas dejando tus senderos,
mi huella, mi piel, mi cuerpo...
y das paso a nuevos horizontes...
Amanecen nuevos sentimientos en tu corazón.


Y tu memoria me lleva consigo.

trémulo


Las fotografías son pequeños fragmentos
inmóviles, sueños intactos,
que hacen historia un pasaje de nuetra vida,
como si siempre estuvieramos ahí,
como si en realidad nunca hubiera pasado,
o sigue pasando continua, perennemente.

¿Porqué me gusta la fotografía?


Digamos que me gusta coleccionar pedacitos del pasado.

De la muerte.



Incluso cuando venía a verme, volteaba, daba miradas de soslayo, torcía el cuello.
Tenía la chispa en los ojos, mas, cuando no estaba, se tornaba triste y no volvía a verla.
Sus sonrisas se apagaban, sus ojos se desprendían. Silencio total.
- Cállate, no digas nada.

En el semblante demacrado, la ira de su ausencia corria por sus finas arrugas, el sol apenas si salía... se volvía a meter.
Un suspiro...
-Cállate, tu voz me distrae.

Concuerdo en sus sentidos, pero en sus manos temblorosas, las arrugas y las fisuras, sus líneas, marcadas con delicadeza intangible, con destreza incoherente, con cierto pulso nulo, nunca mostraban el interior, donde la humedad curaba heridas de su intacto corazón.

Nunca me confesó haberlo amado, mas yo lo sabía. Pudo haberme parecido notable, su voz temblorosa al hablar de él, sus ojos posados en el cielo, sus pies flotantes, su cuerpo recargado y su cabeza contra la pared.

El día de su muerte, ni siquiera pude ver sus manos, las llevaba envueltas en su rebozo. El rubor de sus mejillas desapareció y las lágrimas tomaron cauce en ellas formando lívidos ríos. Él murió discreto, en silencio, una noche junto a ella. La agonía en su mente a penas sí se veía.

Cogió su manta, la puso delicadamente sobre su blanco y cuidadosamente peinado pelo, y salió despacio, sin que nadie se diera cuenta.

-Espera a que regrese, no tarda - me dijo y cerró los ojos.

sábado, 17 de marzo de 2007

Artă, numai artă


artă , mai mult decât orice

viernes, 16 de marzo de 2007

Del órden entrópico


En un principio, la entropía en el pensamiento parece ordenada...
Cambio de lugar las palabras, las letras, la vida misma, y encuentro siempre un dulce, sencillo pero agobiante órden entrópico.