Detuve mi respiración
para escuchar si a mi lado tú respirabas.
"¡Qué mala suerte!" pensé,
seguías respirando.
No es que te desee la muerte, lo juro, pero a veces me
gusta fantasear con que te echo las manos al cuello y lo aprieto con todas mis
fuerzas.
Tienes olor a muerte sobre tus manos y tal vez haya sido yo el que
dejó de respirar, no para escucharte sino para dejar de oler tus manos sobre mi
cuello.
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