miércoles, 4 de noviembre de 2015

La enfermedad

Leo está enfermo. Está tan enfermo que más parece que la enfermedad lo padece a él. ¿De qué está enfermo? No es importante. Lo que sí importa es que sólo quedan pocos días antes de que la cama lo abrace para siempre.

Decide entonces que debe hacer un testamento, que el trabajo no tiene ya mayor importancia que el afore, o que el pago de la luz. Que los hijos entenderán. Bueno, lo entenderían si tuviera hijos. Se lamenta por ello.

Le habría gustado ir a casa de mamá, sentarse en sus piernas y llorar un largo rato. Pero mamá murió hace mucho. Lo mismo papá. Lo mismo Lola, la prima con la que una vez hace (aquí hace una pausa en sus pensamientos "parecen décadas") años tuvo un pequeño affaire. Tampoco Chepi la perrita que le hizo compañía una década y media. Ni Adelita la hija de don Andrés que vivía en el piso de abajo. Todos muertos, ¡qué deprimente! piensa, y se echa agua en la cara. A decir verdad no sabe de nadie que siga vivo, ningún amigo, ningún vecino. El doctor podría ser su amigo.

Sale de su casa y llega al hospital. En él no hay ningún doctor Álvarez, ni ninguna enfermera lo recibe ni ningún policía le abre la puerta.


¿Qué diablos pasa aquí? Se pregunta, ¿adónde se fueron todos? ¿cuándo se fueron todos? Pero no. Quien se ha ido es él.

No hay comentarios: