Peleamos. Es viernes, llueve, el tráfico ya se instaló ya en La Naranja. Salgo despavorido del departamento. Bajo las ventanas, subo el volumen y dejo que el carro se llene de agua. Tengo frío pero tengo también las riendas rotas, los zapatos empapados y mis dientes no dejan de apretarse. La odio. La odio más que a nadie. Más que al lerdo del Pollo o que a mi padre. La odio en serio. Le llamo al Julio, que me dice que le caiga a Azcapo, Santander 62. La Güera hizo fiesta. Me lanzo a 20 kilómetros por hora para allá. Se me meten tres coches. Saco mi dedo mojado y se los pinto. Seguro ni me ven. Cuando llego, Miguel se alegra y me abraza. Estás bien pinche mojado, ¿qué te pasó? ¿Y la Kiara? La mandé a chingar a su madre, le respondo. Tengo ganas de ver a la Güera, tengo ganas de ver a quien sea. Ahí está Moreno, le tomo el hombro y le digo que me presente a alguna. Me dice que no conoce más que a Cinthia. No gracias, le digo.
Me siento en una silla esperando ver pasar a la Güera. A
mi derecha un puberto metiendo mano en un brasier que se desborda, un jipi
fumando, unas pieles acompañadas, un mariquita, dos mariquitas, el díyei a todo
lo que da, los tíos de la Güera desde la ventana, el tanque de gas, otras
sillas con gente idiotizada por el celular. Nada de la Güera. Espera, en las
sillas, justo en medio, la morra de la sudadera negra con audífonos (¿quién
trae audífonos a una fiesta?). Es hermosa. Está sola. Ya vas, me dije. El
Miguelón llega con sus amigos y nos da una chela a cada uno. Brindamos. ¿Quién
es esa morra? ¿Cuál, la de sudadera de Batman? Sí. No sé, pregúntale. Va. Sale
la Güera de la casa. Me mira, la miro. Es redonda. Me saluda como si no nos
hubiéramos visto en años. ¿La Kiara? Se fue a chingar a su madre. Eres un
culero. La morra de sudadera negra no baila, no toma, no nada ¿será tonta?. Me
dirijo hacia ella. Otra morra la toma de la mano y se la lleva al baño. Las
sigo. En la cola me formo detrás de ellas. Su cabello huele bien. Su amiga me
atrapa mirándola. Le dice algo al oído. Se ríen. Al poco rato, la morra que me
gusta voltea discretamente a verme. Le sonrío. Se voltea, o sea me manda por un
tubo. No insisto. Llega su turno. Su amiga se queda afuera. Me acabo la chela y
dejo la botella en el piso. Su amiga me mira con desprecio. Levanto las cejas y
ella voltea a otro lado. Sale una, entra la otra. Se recarga en el muro y se
pone de nuevo los audífonos. Cuando me acerco más se quita los audífonos con el
ceño fruncido y me mira. Hola, ¿quieres una chela? No me responde. No sé si
porque es su forma de batearme o porque no traigo ninguna chela en la mano.
Germán, me presento. Me mira diez segundos. Soy Batman, responde con mirada de
loca. Me quedo con cara de idiota.
En eso sale la otra y se la lleva de nuevo. ¿Vas a
entrar? Me pregunta molesto por mi indecisión el de atrás. Pasa. Dejo pasar a
todos. Vuelvo al patio y ya está Julio que me mira y se ríe. ¿De qué te ríes,
idiota? De que estás bien mojado. Reímos todos y tomamos otra chela y otra.
Batman me mira de reojo, la cacho. Le invito de mi chela desde lejos y ella me
dice que no. Ya vi, está tomando mezcal. Voy de nuevo hacia ella, pero sigue
bailando los ojos en su círculo hermético de aplatanados malencarados. Le toco
el hombro, ella se vuelve para sonreírme, pero no se levanta. La tomo del brazo
suavemente y ella se desprende un momento de su lugar en el club de gatas. ¿Me
invitas uno? No es mío, es de ella. Me señala unos ojos que me disparan su
odio. Ni hablar. Levanta los hombros y se integra de nuevo al círculo. Yo me
doy la vuelta rápido como para que nadie se de cuenta de que me dejó hablando.
El Miguelón me advierte: con esa no, Ger, con esa no. ¿Por? Es novia de la
carnala de la Güera. La que me disparó, supongo.
Paso una hora o dos sentado y bebiendo cerveza en mi club
de monos. A diez metros Batman me mira de reojo y yo la cacho siempre porque
siempre la estoy mirando. Le sonrío. Me sonríe. Tiene los dientes chuecos. Me
río cuando lo noto. Se ríe también ella sin saber de qué. Miguelón me dice que
nos movamos, que ya le cagaron los ojos de patrulla que tienen los tíos de la
Güera. Yo pongo el depa y ustedes las cheves. Me late, decimos todos. La Güera
llega rodando (¿cuándo se puso así?), nos ofrece botana. La tomamos y nos
despedimos. No mamen, no se vayan. Moreno le inventa cualquier mamada. Nos
levantamos y cuando todos están saliendo yo me acerco a Batman y le hablo al
oído mientras los ojos de pistola me descargan cien balas. Me mira sonriendo y
me dice que no con la cabeza. Hago una mueca y me levanto. Cuando salgo ya
Moreno y Julio me esperan. Perdimos el volado y nos tocó irnos contigo, me
dicen. Nos trepamos al carro y mientras se quejan del agua yo contemplo la
puerta y espero ver salir corriendo a Batman buscándome.
Pasamos por Laurita a la Nueva Santa María. Se encabrona
al sentir su vestido mojado. ¿Y la Kiara? Pregunta. Yo sé que lo hace por
joder. Damos cincuenta vueltas para encontrar Amapola 34. Julio y Moreno
discuten en dónde dar vuelta. Ya dimos cincuenta vueltas, nos entera Laurita. A
la vuelta 73 damos con la puta calle. Hay que comprar algo en el Otso, dice
Moreno agarrándole la pierna a Laurita que en ese momento grita como loca “¡Setso
en el otso, setso en el Otso!”. No mames.
Amapola 34, tercer piso, departamento 10. Miguelón ya
llegó desde hace una hora e invitó a más gente. No hagan mucho desmadre porque
la ruca de abajo se enoja. Nos vale verga. Hay tres nuevas chavalas. Laurita
tiene bonitas piernas, intento agarrarle una. Se quita y me pregunta por la
Kiara. Le hago huevos y se ríe. Pienso en Batman.
A las tres de la mañana platico con Sisi, le pregunto por
qué tiene nombre de marca de tortillas, que si es tortilla. Sí. Se ríe. Intento
besarla, no se deja. Sí es tortilla. Pérate, me dice, estamos tranquilos. El
Julio me hace una seña para que lo acompañe afuera. Parece que no es tu noche,
me dice. Nunca es “mi noche”, le contesto. Reímos. Saca una bachita, nos
ponemos a fumar y a decir pendejadas. Regresamos cuando juegan botella. Me
siento frente a Sisi. La boca de la botella apunta hacia ella veinte veces pero
la base parece estar evadiéndome. Veinte veces la veo besarse con los tres que
están a mi derecha y con Laurita que está a mi izquierda. Eso me excita. Cuando
por fin nos toca, se levanta y dice que ya le tocó perder muchas veces, que es
aburrido. Por alguna razón todos están de acuerdo. Me lleva la chingada. Me
regresa. Todos se distraen. Laurita me pregunta otra vez por la Kiara. Parece
decidida a fastidiarme. ¿Qué tal besa Sisi? La desvío. Bien rico, ¿no te tocó?
A las cuatro Miguelón se está besando con Laurita, el
Julio con Sisi. Me salgo a fumar. “A veces pienso que soy un poco como Gabriel
Guía” me dice una voz desde atrás. Me vuelvo y es Sisi. Como no entiendo le
digo “hoy me enamoré de Batman”. Se acomoda a mi lado, ambos tenemos los codos
sobre la barda y miramos el anuncio de un shampú en circuito. ¿Has leído la
tumba? No, le contesto. ¿Has visto Batman Forever? Obvio-microbio, me contesta.
¿Tienes otro? Me pregunta mirando mi cigarro. Le doy del mío. ¿Cómo te llamas?
Germán, ¿me das un beso? No. Ya besaste a todos en la fiesta, ¿por qué a mí no?
Porque eres feo. Julio es más feo. Sí, pero a ti no te voy a besar. ¿Por qué?
Porque te enamorarías de mí. ¡Pruébalo! No.
Me cago en mi vida. Me cago en la fiesta y en la noche y
en Sisi. Me cago en Laurita. Me cago en la pinche Kiara. Ojalá llegara Batman
volando y me sacara de aquí. Ojalá Batman esquiara. Es Kiara. Me río solo a la
mitad del pasillo cuando Sisi ya se ha ido a revolcar con Julio. Hay un
silencio enorme sobre la calle. Pronto el cielo será pintado de amarillo. Es la
hora del viento frío. La noche se está despidiendo. Llega por fin mi calma, ya
siento que puedo pensar las cosas más despacio, sin poner tantos puntos entre
cada frase, me siento más despierto. Me imagino a la Kiara llorando en la cama,
qué bueno, ojalá se le sequen los ojos. A esta hora sólo se me ocurren
groserías. Nada de lo que pase necesita justificación en mi vida. Me gustaría
llorar pero sólo sale risa. Me río de Kiara y de mí, de nuestra bronca, de
nuestra estupidez. Tengo que volver, ahora quiero culparla de que no es mi
noche, de que no hay nadie más que ella. Quiero gritarle que me besé con Batman
y me tiré a la Sisi. Tengo que volver, tengo que volver. Siempre hay mil cosas
por las que pelear. Quiero volver, hacerla llorar y volver a azotar la puerta.
Atropellar a los perros culpables de que Batman se haya ido. Madrear las
paredes que evitaron que Sisi me besara. Gritarle a las ventanas que se han
llevado mi dignidad. Escupir los puentes por lo que no me he aventado. Arañar
los bares donde nunca he follado. Vomitar los carros que nunca me han
atropellado. Despacito abro la puerta y la cierro de un madrazo, todo mundo
protesta adentro. Vuelvo a sentir el asiento mojado, meto primera, el motor se
despierta. Meto segunda, el motor se calienta. Meto tercera y mi nombre en la
esquela.
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