Me detuve justo en el noveno escalón, a la mitad
exactamente de la escalera. Los he contado mil veces porque mil veces he subido
y bajado por ella, pero nunca hasta entonces me había detenido. Pensé que era
una suerte que la escalera tuviera un número impar de escalones, de esta forma
puedo estar seguro de que mis dos pies se encuentren sobre un escalón completo
y no volando a la mitad de uno o con un pie arriba y otro abajo como sucedería
si fuera un número par.
Desde ahí en medio me falta lo mismo para llegar arriba
que lo que he subido, equidistan la cima y la base, en ese preciso lugar no
estoy arriba ni abajo, y de no ser porque mi cuerpo llevaba la dirección
ascendente, nadie podría reconocer si bajaba o subía, por ejemplo si subiera de
lado. Me recordó aquella paradoja del vaso medio lleno y medio vacío. En ese
escalón me encontraba medio abajo y medio arriba. Y estando ahí, a la mitad, me
sentía agotado, sin fuerzas para doblar mi rodilla y subir el pie, lo mismo que
para retirarla y bajar.
Cuando se está a mitad de una escalera parece absurdo
renunciar a ella, ya no se debe volver atrás si no es estrictamente necesario.
Pero yo no podía, mis piernas no respondían o mis músculos no querían y mis
pies estaban ahí clavados como esperando una orden que nunca recibían.
Digo que es absurdo abandonar la tarea porque de un lado
hay un muro y del otro un precipicio de un metro y medio. Me costaría más
trabajo saltar el barandal y caer, o trepar como lagartija por la pared, que
seguir subiendo o bajando. Me senté sobre este noveno escalón, con ambos pies
sobre el octavo y para compensar ese desequilibro de estar ligeramente más
abajo puse mis codos en el décimo. Aquí pensé que para estar sentado a la mitad
de la escalera convenía un número par de escalones.
Uno se convierte inmediatamente en un objeto
estorboso incrustado en la escalera, como si al subir por ella uno se
encontrara un piano gigante que impide el paso pero que tampoco es tan ligero
ni tan flexible como para quitarlo de en medio y seguir. Pensé que sería
molesto si a alguien se le ocurría subir o bajar en ese momento y casi recé por
que no ocurriera. Nadie lo hizo.
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