Vienes
a mí y yo te envuelvo con mis brazos, con esa manía idiota de los hombres de
envolverlo todo. Primero envolvimos la casa porque dentro de nuestra envoltura
nadie podía vernos a la hora de amarnos. Luego con esa misma manía envolvimos
los pies, ahora la moda es el condón.
Te envuelvo con mis brazos, con mis piernas para que no tengas frío aunque estés sudando, para que no te puedas soltar de este abrazo incómodamente tierno. Te envuelvo también con la mirada cuando desnuda te levantas para cerrar la puerta, para envolvernos en este cuarto que se asfixia de nuestro olor y de nuestros ruidos.
Todo es envoltura en mí, hasta esta piel que envuelve ridículamente un corazón deforme y elástico que crece cuando tú lo envuelves, que espera cuando tú no vuelves.
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